July 12, 2009

Córrele...

Comencé a correr hace casi cinco años y desde entonces no he parado. Tengo que agradecer a un muy buen amigo mío el haberme convencido poco después, de participar en mi primera carrera de diez kilómetros. Sin saberlo, me inscribió entonces en la más sustanciosa cátedra (y la más larga) que he presenciado. Al nivel, y pienso a veces que más arriba, de cualquiera de las mejores clases de universidad que tuve.


Todavía me acuerdo de mis primeras carreras con nostalgia y emoción. Al principio la meta era completar los 10K al menos y luego, poco a poco, mejorar mi tiempo en cada una. En las primeras dos o tres, recuerdo terminar con ampollas en los pies y cicatrices en los talones. Me impresionaba descubrir un mundo que yo no conocía; jamás imagine que hubiera tanta gente interesada en correr. Me quedé totalmente enganchado: ver señores y señoras de arriba de sesenta años que me pasaban con velocidades buenísimas; niños y gente en silla de ruedas, muletas o con parálisis. La sensación es simplemente increíble: motivación al mejor estilo y sin los toques baratos y chafas de Miguel Ángel Cornejo o libros como "Quién se ha llevado mi queso". Hoy (y desde hace bastante tiempo) mi mamá y mis hermanas también corren, y además me encuentro amigos que ya son una constante en las carreras y otros que por primera vez se animan.


La gente que ha corrido sabe bien de lo que hablo y lo que significa esta cátedra de la vida. Leí un artículo sobre un hombre que diagnosticaron con cáncer y hablaba de cómo correr le salvo la vida. No lo curó del cáncer, pero le salvó la vida que le quedaba por delante. Él decía que cuando corría se decía: "el cáncer podrá quitarme todo, incluso los años que están por venir, pero hay algo que ni el cáncer ni nadie más, pueden quitarme: esta carrera". Tenía razón. La carrera es mía y cuando la corro yo tengo el control. Las metáforas de la acción misma de correr son muchas; cuando estoy indeciso, confundido o me siento perdido, corro. Cuando lo hago, no se a dónde voy, pero sé que si sigo corriendo voy a llegar. Siempre llego.


Entre las muchas cosas que he aprendido (y sigo aprendiendo) de las carreras, está entender y de verdad, aquél trillado slogan de que la carrera es con uno mismo y no con los demás. Se que esa sí suena como frase ordinaria de auto superación, pero sólo corriendo cobró un sentido real y valioso. Ver que la gente te pasa al lado y te gana, no te preocupa sólo te reta: te motiva. A mi hermana por ejemplo, una vez que casi no podía y tuvo que detenerse, se le puso al lado un señor que llevaba muy buen tiempo y ritmo y le dijo "Vamos, no te detengas. No me voy a ir hasta que no vuelvas a correr, porque sabes que sí puedes." Ése es el espíritu de la mayoría de los que corren. Es por eso que sólo en esas carreras es cuando siento el "cuero chino" al cantar el himno nacional antes de comenzar. Por que se que habemos cuatro, diez, o veintemil mexicanos cantándolo, y de esos mexicanos sí me siento orgulloso y me siento parte. Mexicanos con metas, con intención, con decisión, que se levantaron en domingo a las cinco o seis de la mañana para probarse que son capaces de cumplir algo que decidieron hacer.


Corriendo entendí la importancia de confiar en ti, de ser constante, de tener una estrategia, y también de saber que hay gente que cree en lo que haces y se emociona junto contigo por tus logros: la gente que no corre pero te anima en el trayecto. Es increíble que aunque esa gente no correrá, se levantan igual de temprano para pararse junto al camino y acabarse la garganta gritándote que sí puedes, que sigas, que ya casi llegas. Invariablemente ves cómo la velocidad de los corredores aumenta cuado pasan por estas porras.


Nunca he ido a terapia psicológica y no se si lo haga. Si en algo puede competir con correr, entonces es algo que definitivamente debo probar, aunque lo dudo; puedo asegurar que la vida se ve diferente después del kilómetro 4. Es así de rápido. No necesitas más que a ti mismo y el piso. Puedes ir en cualquier dirección; tan rápido o lento como prefieras (porque es TU carrera). Puedes pelear contra tus piernas o relajarte y disfrutar la vista (como cuando corres en la playa) y sentir los pulmones trabajando. Y al final está eso: la sensación de saber que puedes hacer algo que decidiste hacer.


La Vida tiene caducidad: córrele.

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