Existía un comercial de paletas ['hola' a la generación Thundercats] que tenía como frase (más o menos) "cuántas chupadas se necesitan para llegar al chiclocentro de las paletas Tutsi Pop?". En una similar estructura gramatical, yo tengo otra pregunta: ¿Cuántas oportunidades se necesita dar, antes de comprender que una situación o persona no cambiarán?
Existe un eterno y gastado debate filosófico-ordinario, sobre si la gente tiene o no la capacidad de cambiar: de ser/actuar, diferente. En algún punto (o en repetidos) todos hemos opinado sobre ello y encuentro que generalmente, es difícil que alguien modifique su opinión al respecto. Pareciera como un precepto en el que, una vez que hemos tomado partido con base en las propias experiencias, ningún argumento nos hiciera opinar diferente, es decir: la gente NO CAMBIA. (Por lo menos, no cambia de opinión sobre este tema).
Como el debate es gastado y las opiniones difíciles de conciliar, no usaré la premisa de si existe o no la posibilidad de cambiar y tomaré en cuenta, mejor, la voluntad que hay para el cambio.
En un conflicto interno de creencias, discuto conmigo mismo sobre el número de oportunidades que se deben dar a una situación o persona en espera de que resulte algo distinto de lo que ocurre en determinado momento. Parece que, por un lado, renunciar rápido es símbolo de debilidad y falta de persistencia. En la sociedad deportiva, sería muy penado (ningún atleta que se diera pocas oportunidades llegaría muy lejos). A empresarios e inventores, parece sucederles igual. Sin embargo, me doy cuenta tambien que en muchas conversaciones, mi diplomacia me ha hecho contener comentarios que podrían resultar muy graceros hacia personas que parecieran no entender que ni las circunstancias, ni las personas aldededor suyo, tienen voluntad alguna para cambiar. ¿Cómo decirle a alguien que está siendo necio sin ser grocero?
Entonces, aquí está la discusión de nuevo: ser persistente pero sin ser evidentemente necio o firmarle a alguien más la propia dignidad. ¿De qué depende?
Si el cambio está en mis manos [la parte más importante es ésta: entender cuando el cambio NO está en tus manos] y de verdad lo deseo, lo intentaré sin detenerme nunca. Hay una cantidad infinita de factores externos que probablemente ocasionen que nada cambie pero el hecho de que yo QUIERO el cambio, justificará seguir dando oportunidades. El segundo escenario (y dejo de lado las situaciones, para enfocarme sólo a las personas) es: si no depende de mi voluntad, ¿cuántas oportunidades se necesita dar, antes de comprender que una persona no cambiará?
Y concluí con esta respuesta: tres.
La primera, puede ser un error, o que no entendió.
La segunda: aprende lento.
La tercera, no le importa y no quiere cambiar.
Existe un eterno y gastado debate filosófico-ordinario, sobre si la gente tiene o no la capacidad de cambiar: de ser/actuar, diferente. En algún punto (o en repetidos) todos hemos opinado sobre ello y encuentro que generalmente, es difícil que alguien modifique su opinión al respecto. Pareciera como un precepto en el que, una vez que hemos tomado partido con base en las propias experiencias, ningún argumento nos hiciera opinar diferente, es decir: la gente NO CAMBIA. (Por lo menos, no cambia de opinión sobre este tema).
Como el debate es gastado y las opiniones difíciles de conciliar, no usaré la premisa de si existe o no la posibilidad de cambiar y tomaré en cuenta, mejor, la voluntad que hay para el cambio.
En un conflicto interno de creencias, discuto conmigo mismo sobre el número de oportunidades que se deben dar a una situación o persona en espera de que resulte algo distinto de lo que ocurre en determinado momento. Parece que, por un lado, renunciar rápido es símbolo de debilidad y falta de persistencia. En la sociedad deportiva, sería muy penado (ningún atleta que se diera pocas oportunidades llegaría muy lejos). A empresarios e inventores, parece sucederles igual. Sin embargo, me doy cuenta tambien que en muchas conversaciones, mi diplomacia me ha hecho contener comentarios que podrían resultar muy graceros hacia personas que parecieran no entender que ni las circunstancias, ni las personas aldededor suyo, tienen voluntad alguna para cambiar. ¿Cómo decirle a alguien que está siendo necio sin ser grocero?
Entonces, aquí está la discusión de nuevo: ser persistente pero sin ser evidentemente necio o firmarle a alguien más la propia dignidad. ¿De qué depende?
Si el cambio está en mis manos [la parte más importante es ésta: entender cuando el cambio NO está en tus manos] y de verdad lo deseo, lo intentaré sin detenerme nunca. Hay una cantidad infinita de factores externos que probablemente ocasionen que nada cambie pero el hecho de que yo QUIERO el cambio, justificará seguir dando oportunidades. El segundo escenario (y dejo de lado las situaciones, para enfocarme sólo a las personas) es: si no depende de mi voluntad, ¿cuántas oportunidades se necesita dar, antes de comprender que una persona no cambiará?
Y concluí con esta respuesta: tres.
La primera, puede ser un error, o que no entendió.
La segunda: aprende lento.
La tercera, no le importa y no quiere cambiar.
muy bueno!!!
ReplyDelete: "la gente NO CAMBIA. (Por lo menos, no cambia de opinión sobre este tema)"
jaja :P