Medio presionado, medio dormido. Hoy medio dormí.
Medio despierto, medio con prisa, medio con tráfico y medio no.
Llegando a las siete y media.
Medio estresado, con un retorno ya hecho (pero a la mitad).
Medio café y medio cigarro.
De pronto, abro mi facebook y me encuentro dos fotos:
Dos, y me hacen sonreír mucho.
No salgo en ellas, y no las subió un contacto mío
…pero sales tú.
Mucha nostalgia (no media). Mucha.
November 24, 2009
November 22, 2009
Libros
Sólo igual que correr 10 kilómetros, y probablemente igual que alguna buena droga (y seguramente menos físicamente-dañino),
Totalmente carne, y totalmente recomendable: Cometas en el Cielo, de Kahled Hosseini.
"El hombre sin conciencia, sin bondad, no sufre".
Totalmente sabroso, y totalmente recomendable: La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón.
"un libro es un espejo, y que sólo podemos encontrar en él, lo que ya llevamos dentro".
Los que, de tan malos, no pude ni siquiera terminar:
El viaje del elefante, de José Saramago.
Llegué a la página 143, de 270.
Inquieta compañía, de Carlos Fuentes.
Página 95, de 287.
...guácala.
Totalmente carne, y totalmente recomendable: Cometas en el Cielo, de Kahled Hosseini.
"El hombre sin conciencia, sin bondad, no sufre".
Totalmente sabroso, y totalmente recomendable: La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón.
"un libro es un espejo, y que sólo podemos encontrar en él, lo que ya llevamos dentro".
Los que, de tan malos, no pude ni siquiera terminar:
El viaje del elefante, de José Saramago.
Llegué a la página 143, de 270.
Inquieta compañía, de Carlos Fuentes.
Página 95, de 287.
...guácala.
August 16, 2009
Condición de humanos...
Aunque en general otras ideas (y en específico un sentimiento) han estado ocupando casi todos mis minutos los pasados 21 días, hay dos personas que en este mismo período me hicieron una cicatriz en la emoción.
La primera desafortunadamente, dejó el mundo de los que nos creemos vivos hace una semana tras más de dos años de luchar contra una enfermedad terminal. Tenía sólo algunos años menos de los que yo cuento y mucha más fuerza de la que creo tener. Lo digo porque supe cómo se aferró con coraje a la vida que se le iba. Con pronóstico de sólo seis meses, vivió cinco veces eso porque todo intentó pero sobre todo, porque no se quería ir.
La otra persona es un alpinista que hace diez días se quedó atrapado y herido en una montaña de Pakistán. Su compañero de montaña lo vió caer y lo ayudó, pero con pierna y brazo rotos lo mejor que podía hacer por él, era dejarlo y buscar ayuda. ¿Qué habrá sentido Oscar Pérez cuando Álvaro se fue? Seguro sabía que la espera era físicamente dolorosa y larga; es probable que tambien supiera que esperaba algo que podía no llegar. Así fue: el rescate se suspendió hoy, definitivamente.
Pienso en el ser humano a 6 kilómetros del suelo, congelado, herido y sólo. Pienso en Álvaro que lo vió por última vez hace 10 días; lo que pudo sentir cuando le dijeron que no buscarían más a Oscar. Pienso en los alpinistas del equipo de rescate y los porteadores. Pienso en Alma, más chica que yo (pero por mucho, más grande) tratando de entender por qué se moría su cuerpo. Increíblememente pienso en todo eso y no me hace sentir deprimido; me hace sentir profundo respeto y admiración por ellos y su condición de humanos.
"Siempre llegamos a donde nos esperan"(1) ...Que este Universo nos tenga a todos, de verdad, parados en el lugar y momento que debemos, con paciencia suficiente para cuando así no lo vemos.
(1) El libro de los Itinerarios.
La primera desafortunadamente, dejó el mundo de los que nos creemos vivos hace una semana tras más de dos años de luchar contra una enfermedad terminal. Tenía sólo algunos años menos de los que yo cuento y mucha más fuerza de la que creo tener. Lo digo porque supe cómo se aferró con coraje a la vida que se le iba. Con pronóstico de sólo seis meses, vivió cinco veces eso porque todo intentó pero sobre todo, porque no se quería ir.
La otra persona es un alpinista que hace diez días se quedó atrapado y herido en una montaña de Pakistán. Su compañero de montaña lo vió caer y lo ayudó, pero con pierna y brazo rotos lo mejor que podía hacer por él, era dejarlo y buscar ayuda. ¿Qué habrá sentido Oscar Pérez cuando Álvaro se fue? Seguro sabía que la espera era físicamente dolorosa y larga; es probable que tambien supiera que esperaba algo que podía no llegar. Así fue: el rescate se suspendió hoy, definitivamente.
Pienso en el ser humano a 6 kilómetros del suelo, congelado, herido y sólo. Pienso en Álvaro que lo vió por última vez hace 10 días; lo que pudo sentir cuando le dijeron que no buscarían más a Oscar. Pienso en los alpinistas del equipo de rescate y los porteadores. Pienso en Alma, más chica que yo (pero por mucho, más grande) tratando de entender por qué se moría su cuerpo. Increíblememente pienso en todo eso y no me hace sentir deprimido; me hace sentir profundo respeto y admiración por ellos y su condición de humanos.
"Siempre llegamos a donde nos esperan"(1) ...Que este Universo nos tenga a todos, de verdad, parados en el lugar y momento que debemos, con paciencia suficiente para cuando así no lo vemos.
(1) El libro de los Itinerarios.
August 10, 2009
De 5.00 a 12.00
Te quiero, sobre todo, en las mañanas.
En el instante en que todavía no despierto pero ya no estoy dormido, te quiero más de lo que pienso.
Cuando lo que soñé de ti se está justo deshaciendo en mi conciencia,
me queda en el pecho la sensación de que te quiero.
Empezó hace tiempo, con un leve dolor en la parte media de mi cuerpo; en mi estómago.
Subía a mi cabeza hasta llevar mis manos para detenerla, como si se me fuera a caer.
Luego salía de mi boca una exhalación, como creyendo que saliendo el aire, te saldrías tú, pero sólo entrabas más.
Te quiero siempre y lo sé, pero sobre todo en las mañanas.
Temprano siento que me faltas.
Cuando apenas empieza la luz y el día, te veo aunque no estés, con todo nivel de detalle, que de ti me aprendí.
Te necesito a casi todas horas, es cierto, pero sobre todo en la mañana.
A la gente le pasa, que ríe tanto que termina llorando. Yo lo vivo a la inversa: porque en la mañana me concentro en ti y siento como si fuera a llorar de intensidad, pero termino sonriendo.
Sonriendo de que existas; sonrío de quien eres.
Sonrío porque te quiero. Te quiero, sobre todo, en las mañanas.
En el instante en que todavía no despierto pero ya no estoy dormido, te quiero más de lo que pienso.
Cuando lo que soñé de ti se está justo deshaciendo en mi conciencia,
me queda en el pecho la sensación de que te quiero.
Empezó hace tiempo, con un leve dolor en la parte media de mi cuerpo; en mi estómago.
Subía a mi cabeza hasta llevar mis manos para detenerla, como si se me fuera a caer.
Luego salía de mi boca una exhalación, como creyendo que saliendo el aire, te saldrías tú, pero sólo entrabas más.
Te quiero siempre y lo sé, pero sobre todo en las mañanas.
Temprano siento que me faltas.
Cuando apenas empieza la luz y el día, te veo aunque no estés, con todo nivel de detalle, que de ti me aprendí.
Te necesito a casi todas horas, es cierto, pero sobre todo en la mañana.
A la gente le pasa, que ríe tanto que termina llorando. Yo lo vivo a la inversa: porque en la mañana me concentro en ti y siento como si fuera a llorar de intensidad, pero termino sonriendo.
Sonriendo de que existas; sonrío de quien eres.
Sonrío porque te quiero. Te quiero, sobre todo, en las mañanas.
July 12, 2009
Córrele...
Comencé a correr hace casi cinco años y desde entonces no he parado. Tengo que agradecer a un muy buen amigo mío el haberme convencido poco después, de participar en mi primera carrera de diez kilómetros. Sin saberlo, me inscribió entonces en la más sustanciosa cátedra (y la más larga) que he presenciado. Al nivel, y pienso a veces que más arriba, de cualquiera de las mejores clases de universidad que tuve.
Todavía me acuerdo de mis primeras carreras con nostalgia y emoción. Al principio la meta era completar los 10K al menos y luego, poco a poco, mejorar mi tiempo en cada una. En las primeras dos o tres, recuerdo terminar con ampollas en los pies y cicatrices en los talones. Me impresionaba descubrir un mundo que yo no conocía; jamás imagine que hubiera tanta gente interesada en correr. Me quedé totalmente enganchado: ver señores y señoras de arriba de sesenta años que me pasaban con velocidades buenísimas; niños y gente en silla de ruedas, muletas o con parálisis. La sensación es simplemente increíble: motivación al mejor estilo y sin los toques baratos y chafas de Miguel Ángel Cornejo o libros como "Quién se ha llevado mi queso". Hoy (y desde hace bastante tiempo) mi mamá y mis hermanas también corren, y además me encuentro amigos que ya son una constante en las carreras y otros que por primera vez se animan.
La gente que ha corrido sabe bien de lo que hablo y lo que significa esta cátedra de la vida. Leí un artículo sobre un hombre que diagnosticaron con cáncer y hablaba de cómo correr le salvo la vida. No lo curó del cáncer, pero le salvó la vida que le quedaba por delante. Él decía que cuando corría se decía: "el cáncer podrá quitarme todo, incluso los años que están por venir, pero hay algo que ni el cáncer ni nadie más, pueden quitarme: esta carrera". Tenía razón. La carrera es mía y cuando la corro yo tengo el control. Las metáforas de la acción misma de correr son muchas; cuando estoy indeciso, confundido o me siento perdido, corro. Cuando lo hago, no se a dónde voy, pero sé que si sigo corriendo voy a llegar. Siempre llego.
Entre las muchas cosas que he aprendido (y sigo aprendiendo) de las carreras, está entender y de verdad, aquél trillado slogan de que la carrera es con uno mismo y no con los demás. Se que esa sí suena como frase ordinaria de auto superación, pero sólo corriendo cobró un sentido real y valioso. Ver que la gente te pasa al lado y te gana, no te preocupa sólo te reta: te motiva. A mi hermana por ejemplo, una vez que casi no podía y tuvo que detenerse, se le puso al lado un señor que llevaba muy buen tiempo y ritmo y le dijo "Vamos, no te detengas. No me voy a ir hasta que no vuelvas a correr, porque sabes que sí puedes." Ése es el espíritu de la mayoría de los que corren. Es por eso que sólo en esas carreras es cuando siento el "cuero chino" al cantar el himno nacional antes de comenzar. Por que se que habemos cuatro, diez, o veintemil mexicanos cantándolo, y de esos mexicanos sí me siento orgulloso y me siento parte. Mexicanos con metas, con intención, con decisión, que se levantaron en domingo a las cinco o seis de la mañana para probarse que son capaces de cumplir algo que decidieron hacer.
Corriendo entendí la importancia de confiar en ti, de ser constante, de tener una estrategia, y también de saber que hay gente que cree en lo que haces y se emociona junto contigo por tus logros: la gente que no corre pero te anima en el trayecto. Es increíble que aunque esa gente no correrá, se levantan igual de temprano para pararse junto al camino y acabarse la garganta gritándote que sí puedes, que sigas, que ya casi llegas. Invariablemente ves cómo la velocidad de los corredores aumenta cuado pasan por estas porras.
Nunca he ido a terapia psicológica y no se si lo haga. Si en algo puede competir con correr, entonces es algo que definitivamente debo probar, aunque lo dudo; puedo asegurar que la vida se ve diferente después del kilómetro 4. Es así de rápido. No necesitas más que a ti mismo y el piso. Puedes ir en cualquier dirección; tan rápido o lento como prefieras (porque es TU carrera). Puedes pelear contra tus piernas o relajarte y disfrutar la vista (como cuando corres en la playa) y sentir los pulmones trabajando. Y al final está eso: la sensación de saber que puedes hacer algo que decidiste hacer.
La Vida tiene caducidad: córrele.
June 22, 2009
Encajar en una sociedad de pares
Hay algo en los viajes que los hace melancólicos. Tal vez sea el simbolismo que existe en ellos (salir, irse, dejar; despedirse). Esto lo pensé en un taxi a las 5.56 de la mañana cuando comenzaba un viaje. Llegando al aeropuerto, con mucha más anticipación de la realmente necesaria, vi a una pareja de señores. Ella iba vestida con una falda vieja de colores vistosos que resaltaba su sobrepeso. Tenía facciones morenas y un gesto duro (cansado) pero su cara, de todas formas, provocaba ternura. El señor que venía con ella (seguramente su marido) era un hombre panzón, desalineado, con un pantalón de mezclilla desgastado. La mujer traía en las manos una bolsa de red de plástico como las que usan las marchantas para ir al mercado, y ambos caminaban como desorientados, sujeando un papel, nerviosos y buscando algo.
¡Qué incómodo es no encajar! La pareja de señores claramente no encajaba en ese lugar. En un aeropuerto que usan más de 26 millones de pasajeros al año (dato del Digital Aeronautical Flight Information File en 2008), en ese momento el movimiento era mucho menor del que generalemente puede verse. Por ser las 6.30 am de un día entre semana además, calculo que más del 80 por ciento de los usuarios era gente que viajaba por negocios. Vestidos todos formalmente, con maletas para laptops y caminanado deprisa como si la vida los viniera persiguiendo, esquivaban a los señores con la indiferencia que da la prisa (o la soberbia citadina y materialista, tal vez). La gente que parecía viajar por placer, vestía siginifcativamente "más caro" (diría la abuelita de una buena amiga mía) que lo señores y casi todos hablaban por celular, ignorándolos no sólo a ellos sino a las personas que parecían ser sus compañeros de viaje, quienes tambien hablaban por teléfono con alguien más. [Cuándo se nos hizo más práctico hablar por celular con alguien que no está presente, que voltear a platicar con el que está físicamente al lado nuestro?].
De pronto, ambos se acercaron a un módulo de información para preguntar algo a la empleada que estaba en el mostrador, que comenzó a hablarles. Mientras les explicaban, la señora pasó un brazo alrededor de la cintura del señor, descansando la mano en el costado de su pierna y poniendo la otra mano sobre el brazo del marido, y pude ver incluso desde lejos, cómo respiraba. Entendí entonces algo: todo lo incómodo, deja de serlo tanto cuando no se está solo.
Hace no mucho tiempo leí en el periódico español El País, un artículo (1) sobre la explosión en el número de hogares unipersonales en España y el impacto social de los mismos, y aunque no tengo datos de México, imagino que la tendencia será similar: un grupo creciente de profesionales y gente educada que deciden vivir sólos y que resultan además, súmamente atrctivos para las empresas porque es la gente que gana y que sí gasta. Es la gente que se conciente porque tiene menores responsabilidades económicas con terceros. Y me pregunto: ¿será por eso que gastan? ¿Buscan en lo que compran, la compañía que no tienen para afrontar el "no encajar" en una sociedad de pares? Aún si la respuesta fuera "no", sigo creyendo que gastan (¿gastamos?) para comprar algo que llene un espacio que saben vacío.
Regreso a la señora del aeropuerto; ella no encajaba ahí y lo sabía, pero tenía alguien al lado suyo y éso le valía más que cualquier incomodidad que pudiera sentir.
(1) Minidosis para un mundo de solos. PATRICIA GOSÁLVEZ / EL PAÍS
¡Qué incómodo es no encajar! La pareja de señores claramente no encajaba en ese lugar. En un aeropuerto que usan más de 26 millones de pasajeros al año (dato del Digital Aeronautical Flight Information File en 2008), en ese momento el movimiento era mucho menor del que generalemente puede verse. Por ser las 6.30 am de un día entre semana además, calculo que más del 80 por ciento de los usuarios era gente que viajaba por negocios. Vestidos todos formalmente, con maletas para laptops y caminanado deprisa como si la vida los viniera persiguiendo, esquivaban a los señores con la indiferencia que da la prisa (o la soberbia citadina y materialista, tal vez). La gente que parecía viajar por placer, vestía siginifcativamente "más caro" (diría la abuelita de una buena amiga mía) que lo señores y casi todos hablaban por celular, ignorándolos no sólo a ellos sino a las personas que parecían ser sus compañeros de viaje, quienes tambien hablaban por teléfono con alguien más. [Cuándo se nos hizo más práctico hablar por celular con alguien que no está presente, que voltear a platicar con el que está físicamente al lado nuestro?].
De pronto, ambos se acercaron a un módulo de información para preguntar algo a la empleada que estaba en el mostrador, que comenzó a hablarles. Mientras les explicaban, la señora pasó un brazo alrededor de la cintura del señor, descansando la mano en el costado de su pierna y poniendo la otra mano sobre el brazo del marido, y pude ver incluso desde lejos, cómo respiraba. Entendí entonces algo: todo lo incómodo, deja de serlo tanto cuando no se está solo.
Hace no mucho tiempo leí en el periódico español El País, un artículo (1) sobre la explosión en el número de hogares unipersonales en España y el impacto social de los mismos, y aunque no tengo datos de México, imagino que la tendencia será similar: un grupo creciente de profesionales y gente educada que deciden vivir sólos y que resultan además, súmamente atrctivos para las empresas porque es la gente que gana y que sí gasta. Es la gente que se conciente porque tiene menores responsabilidades económicas con terceros. Y me pregunto: ¿será por eso que gastan? ¿Buscan en lo que compran, la compañía que no tienen para afrontar el "no encajar" en una sociedad de pares? Aún si la respuesta fuera "no", sigo creyendo que gastan (¿gastamos?) para comprar algo que llene un espacio que saben vacío.
Regreso a la señora del aeropuerto; ella no encajaba ahí y lo sabía, pero tenía alguien al lado suyo y éso le valía más que cualquier incomodidad que pudiera sentir.
(1) Minidosis para un mundo de solos. PATRICIA GOSÁLVEZ / EL PAÍS
June 21, 2009
El chiclocentro de las paletas Tutsi-Pop
Existía un comercial de paletas ['hola' a la generación Thundercats] que tenía como frase (más o menos) "cuántas chupadas se necesitan para llegar al chiclocentro de las paletas Tutsi Pop?". En una similar estructura gramatical, yo tengo otra pregunta: ¿Cuántas oportunidades se necesita dar, antes de comprender que una situación o persona no cambiarán?
Existe un eterno y gastado debate filosófico-ordinario, sobre si la gente tiene o no la capacidad de cambiar: de ser/actuar, diferente. En algún punto (o en repetidos) todos hemos opinado sobre ello y encuentro que generalmente, es difícil que alguien modifique su opinión al respecto. Pareciera como un precepto en el que, una vez que hemos tomado partido con base en las propias experiencias, ningún argumento nos hiciera opinar diferente, es decir: la gente NO CAMBIA. (Por lo menos, no cambia de opinión sobre este tema).
Como el debate es gastado y las opiniones difíciles de conciliar, no usaré la premisa de si existe o no la posibilidad de cambiar y tomaré en cuenta, mejor, la voluntad que hay para el cambio.
En un conflicto interno de creencias, discuto conmigo mismo sobre el número de oportunidades que se deben dar a una situación o persona en espera de que resulte algo distinto de lo que ocurre en determinado momento. Parece que, por un lado, renunciar rápido es símbolo de debilidad y falta de persistencia. En la sociedad deportiva, sería muy penado (ningún atleta que se diera pocas oportunidades llegaría muy lejos). A empresarios e inventores, parece sucederles igual. Sin embargo, me doy cuenta tambien que en muchas conversaciones, mi diplomacia me ha hecho contener comentarios que podrían resultar muy graceros hacia personas que parecieran no entender que ni las circunstancias, ni las personas aldededor suyo, tienen voluntad alguna para cambiar. ¿Cómo decirle a alguien que está siendo necio sin ser grocero?
Entonces, aquí está la discusión de nuevo: ser persistente pero sin ser evidentemente necio o firmarle a alguien más la propia dignidad. ¿De qué depende?
Si el cambio está en mis manos [la parte más importante es ésta: entender cuando el cambio NO está en tus manos] y de verdad lo deseo, lo intentaré sin detenerme nunca. Hay una cantidad infinita de factores externos que probablemente ocasionen que nada cambie pero el hecho de que yo QUIERO el cambio, justificará seguir dando oportunidades. El segundo escenario (y dejo de lado las situaciones, para enfocarme sólo a las personas) es: si no depende de mi voluntad, ¿cuántas oportunidades se necesita dar, antes de comprender que una persona no cambiará?
Y concluí con esta respuesta: tres.
La primera, puede ser un error, o que no entendió.
La segunda: aprende lento.
La tercera, no le importa y no quiere cambiar.
Existe un eterno y gastado debate filosófico-ordinario, sobre si la gente tiene o no la capacidad de cambiar: de ser/actuar, diferente. En algún punto (o en repetidos) todos hemos opinado sobre ello y encuentro que generalmente, es difícil que alguien modifique su opinión al respecto. Pareciera como un precepto en el que, una vez que hemos tomado partido con base en las propias experiencias, ningún argumento nos hiciera opinar diferente, es decir: la gente NO CAMBIA. (Por lo menos, no cambia de opinión sobre este tema).
Como el debate es gastado y las opiniones difíciles de conciliar, no usaré la premisa de si existe o no la posibilidad de cambiar y tomaré en cuenta, mejor, la voluntad que hay para el cambio.
En un conflicto interno de creencias, discuto conmigo mismo sobre el número de oportunidades que se deben dar a una situación o persona en espera de que resulte algo distinto de lo que ocurre en determinado momento. Parece que, por un lado, renunciar rápido es símbolo de debilidad y falta de persistencia. En la sociedad deportiva, sería muy penado (ningún atleta que se diera pocas oportunidades llegaría muy lejos). A empresarios e inventores, parece sucederles igual. Sin embargo, me doy cuenta tambien que en muchas conversaciones, mi diplomacia me ha hecho contener comentarios que podrían resultar muy graceros hacia personas que parecieran no entender que ni las circunstancias, ni las personas aldededor suyo, tienen voluntad alguna para cambiar. ¿Cómo decirle a alguien que está siendo necio sin ser grocero?
Entonces, aquí está la discusión de nuevo: ser persistente pero sin ser evidentemente necio o firmarle a alguien más la propia dignidad. ¿De qué depende?
Si el cambio está en mis manos [la parte más importante es ésta: entender cuando el cambio NO está en tus manos] y de verdad lo deseo, lo intentaré sin detenerme nunca. Hay una cantidad infinita de factores externos que probablemente ocasionen que nada cambie pero el hecho de que yo QUIERO el cambio, justificará seguir dando oportunidades. El segundo escenario (y dejo de lado las situaciones, para enfocarme sólo a las personas) es: si no depende de mi voluntad, ¿cuántas oportunidades se necesita dar, antes de comprender que una persona no cambiará?
Y concluí con esta respuesta: tres.
La primera, puede ser un error, o que no entendió.
La segunda: aprende lento.
La tercera, no le importa y no quiere cambiar.
Aunque mi creatividad esta en huelga, ya estoy negociando con ella.
En algún momento escuché que las palabras no deben ser utilizadas como sustituto a la acciones. Esto es cierto. También lo es, que a las acciones no se les puede poner pausa y es probablemente ahí, donde las palabras resultan muy prácticas (sobre todo las escritas). En el espacio donde quisiéramos quedarnos detenidos y donde la continuidad del tiempo no lo permite, el "logos" da esa oportunidad.
El origen de mi necesidad de escribir es todavía desconocido, aunque tengo varias teorías. Lo que si sé, es que el hacerlo me ofrece algo que no da la plática, ni la observación: seguridad (peso). La palabra escrita es más longeva y tiene más oportunidad de no morir que una plática. Es como fotografiar pensamientos. Y aunque fotografiar pensamientos tiene ventajas, se debe tener cuidado con el Photoshop para la escritura (porque ése también existe y es uno de los mayores riesgos para el dueño de la pluma, pero es lo que me mantiene entretenido).
Durante muchas años he escrito. Algunas cosas fueron escritas para ser leídas y algunas otras con la esperanza de que algún día lo fueran; muchas, con la sola intención de congelar sensaciones y sentimientos. Un rubro final, son los documentos que en realidad escribí para entenderme mejor, porque a veces cuando hago o cuando hablo, de verdad que no me comprendo, pero cuando queda escrito hay cosas que veo más claras. Es como si Escribir, además de fotografiar, también estructurara mis pensamientos. Alguna vez leí un libro de Emilio Lledó donde filosofaba al respecto y aunque ya casi nada recuerdo del libro, algo debió quedar en mi inconsciente porque muchas veces me hago una pregunta: ¿será que escribo y luego existo?.
El origen de mi necesidad de escribir es todavía desconocido, aunque tengo varias teorías. Lo que si sé, es que el hacerlo me ofrece algo que no da la plática, ni la observación: seguridad (peso). La palabra escrita es más longeva y tiene más oportunidad de no morir que una plática. Es como fotografiar pensamientos. Y aunque fotografiar pensamientos tiene ventajas, se debe tener cuidado con el Photoshop para la escritura (porque ése también existe y es uno de los mayores riesgos para el dueño de la pluma, pero es lo que me mantiene entretenido).
Durante muchas años he escrito. Algunas cosas fueron escritas para ser leídas y algunas otras con la esperanza de que algún día lo fueran; muchas, con la sola intención de congelar sensaciones y sentimientos. Un rubro final, son los documentos que en realidad escribí para entenderme mejor, porque a veces cuando hago o cuando hablo, de verdad que no me comprendo, pero cuando queda escrito hay cosas que veo más claras. Es como si Escribir, además de fotografiar, también estructurara mis pensamientos. Alguna vez leí un libro de Emilio Lledó donde filosofaba al respecto y aunque ya casi nada recuerdo del libro, algo debió quedar en mi inconsciente porque muchas veces me hago una pregunta: ¿será que escribo y luego existo?.
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